De álveo sito en berroqueña altura
émulo el monte bajo, puede apenas
adivinar las cristalinas venas
que a la grama revisten la hermosura.
Convertidos en cauces de agua pura,
hubo, a su vez, espléndidos mecenas,
afanosos por dar, a manos llenas,
como riego fecundo la cultura.
Tal fue Pedro de Oreytia, el de las grandes
dotes y altos designios, quien cumplida
vio su misión de inteligente y bueno.
Y cuando un tibio sol se puso en Flandes,
definió, como el clásico, la vida:
"Hombre soy, nada humano me es ajeno".
No menos ilustre fué Pedro de Oreytia, quien Caballero de Santiago, Consejero de Guerra y Hacienda, en los Reinados de Doña Mariana y de Carlos II de Austria, se convirtió en bienhechor del Convento de Santo Domingo de Vitoria, su ciudad natal. Y hoy pueden ser contemplados, en el Museo de Bellas Artes de Álava, los tres imponentes "Riberas" -Cristo Crucificado, San Pedro y San Pablo- procedentes del templo dominicano hoy desaparecido, donde fuera inhumado su generoso mecenas en 1694.
Sóneto sacado del libro "VUELOS Y CELAJES. ANTOLOGÍA POÉTICA" de Luis Rey Altuna. Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. 1999.
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