PLAZA VIRGEN BLANCA

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VITORIA

VASCONIA 1972-73

VASCONIA 1972-73
ENTRENADOR: PEPE LASO

viernes, 13 de junio de 2014

JORGE FERNÁNDEZ

JORGE FERNÁNDEZ, SOCIALISTA EN VITORIA
http://www.argumentoslibertad.org/ciud_mem21.htm
Cuando nosotros leemos un libro clásico de la historia de esta ciudad y de esta provincia,Una ciudad desencantada, de Tomás Alfaro Fournier, el mejor de los que tenemos, nos encontramos con que de los tres vértices de ese “triángulo vasco” faltan dos: el socialismo y el nacionalismo vascos. 

La creación del socialismo tiene una especie de apóstol- muy poco reivindicado en nuestra ciudad. Me refiero a Jorge Fernández Ibarra, “el de las cerámicas”.

Las primeras noticias que tenemos de algo que se asemeje a nacionalista son de 1902, de un tal Leoncio Galdos. En 1905 tenemos una suerte de Casino Vasco y en 1907 vemos aparecer el Centro Vasco, que es el punto de partida histórico del arranque del nacionalismo en Vitoria. El nacionalismo vasco llega una década después de la fundación del Euskeldun Batzokija de Sabino Arana, en Bilbao. Pero cuando llega a Vitoria, lo hace con poca fuerza. Para que nos hagamos una idea, hasta 1913 no se presenta por primera vez a unas elecciones municipales: en Vitoria, saca un buen resultado en número de votos, unos 300, pero no consigue tener concejal. El primer concejal lo logra en 1920. Entre 1913 y 1920 adquiere alguna pujanza, sobre todo a partir de 1918, al calor de la extraordinaria fuerza que estaba cobrando el nacionalismo vasco tras hacerse con la Diputación vizcaína y ganar las elecciones a Cortes en la provincia, donde logran todas las actas de diputado, salvo la de Prieto por Bilbao. Incluso logran el acta de diputado en Vergara y una de las tres que se disputaban en Pamplona. 

Si esos no están ¿qué es lo que hay en la ciudad? Vuelvo al libro de Tomás Alfaro, o a El rincón amado de Herminio Madinaveitia.

Los liberales, más que como tal es en tanto que anticarlistas o antitradicionalistas. 

Tomás Alfaro describe una ciudad donde contienden, viven, sobreviven y se relacionan dos maneras de ver la realidad, dos maneras de ver el mundo: el mundo del tradicionalismo y el mundo que manda en Vitoria, no en la provincia, que es el mundo de lo liberal. Touchard hablaba de la existencia de tres liberalismos: el liberalismo económico, el contenido en el laissez faire, laissez passer; el liberalismo social, el ser tolerante con las ideas de los demás; y el liberalismo político. Es a esta cultura política a la que me voy a referir. Una cultura política caracterizada por el criterio de la necesidad de avanzar en valores progresistas y democráticos, y que tiene una concepción de la política no agónica. Es decir, que considera, incluso antes de pensar en la democracia, que la política va modificando las cosas en el día a día, pero no las altera de una manera definitiva. Así, incluso los pasos que pueda dar ella misma en términos negativos nunca nos llevan a ningún abismo. Enfrente está la visión de la política del tradicionalismo, donde las cosas “deben ser”, donde el ser y el deber ser son lo mismo, algo cerrado y radical, y donde, por tanto, no se pueden cometer errores, no se puede aceptar ningún tipo de veleidad del contrario. La intervención política se interpreta en términos agónicos, dramáticos y excluyentes: lo que hace el contrario es absolutamente inaceptable

Al salir de este edificio nos encontramos con una escultura del escritor Ignacio Aldecoa. Pero si vamos un poco más allá tropezamos con un recordatorio monumental a Eduardo Dato, donde salen su efigie y unas imágenes alegóricas de su participación decisiva en legislaciones que tenían que ver con la protección del trabajo de las mujeres y de los niños, y las primeras leyes sobre accidentes de trabajo. Esa representación alegórica es de 1925, en plena dictadura de Primo de Rivera, y de hecho su propia confección y su inauguración constituyeron una suerte de grito liberal en mitad de una dictadura. Creo recordar que vino Sánchez Guerra a inaugurar la obra de Mariano Benlliure, que ya había sido ministro con Maura, que se opuso a la dictadura y que luego se incorporó a la derecha republicana en los años treinta. Hace poco veía una fotografía de políticos vitorianos y salía el pintor Díaz de Olano, Herminio Madinaveitia, Amárica, etcétera. Ese mundo, que se identifica como específicamente vitoriano, y que no es estrictamente político, es en definitiva lo que yo estoy llamando ámbito o sociedad liberal vitoriana. Los que recordaban a Eduardo Dato en 1925, cuando era casi provocador hacerlo en el marco de una dictadura. 

En el otro extremo voy a poner el caso de Guillermo Elío Molinuevo, alcalde de Vitoria entre 1916 y 1920. Era un cacique en pura lid. Pero, sin embargo, era una persona que tenía una visión liberal de la política y de la existencia. Guillermo Elío tiene que ver como abogado con intervenciones después del 18 de julio del 36 para evitar que sean excesivamente penadas determinadas personas del llamado otro bando. 

Ricardo Becerro de Bengoa. Becerro es el representante del republicanismo radical, aunque curiosamente para el final del siglo XIX está ya en unas posiciones muy posibilistas y muy moderadas, de tal suerte que las últimas veces en que es elegido Diputado en Cortes figura como republicano-liberal, como “republicano-monárquico”, si puede ser eso. El Demócrata Alavés les representaba como periódico. 

Fermín Herrán. Quien tanto litigó por un nuevo ferrocarril para la ciudad y tanto trabajo desarrolló como publicista y divulgador, también en 1881 reorganizó y se puso al frente de la otra facción republicana. Y, a diferencia de Becerro, que tuvo más proyección histórica y política, quien le apoyó fue un periódico que tuvo más entidad: El Anunciador Vitoriano, un diario moderno, anticipo de los diarios del siglo XX, relativamente independiente en términos políticos, pero que cuando se expresaba como tal lo hacía apoyando a esta facción del republicanismo. 

Teodoro González de Zárate, que fue concejal un montón de veces, luego alcalde en la República: no sabemos de qué facción era. Él era, sobre todo, republicano autónomo y, posiblemente, en eso consistía su fortaleza. 

Casino republicano correspondiente y a través de sus periódicos. El casino recibió diversas denominaciones, tales como: “Centro Instructivo Republicano”, “Casino Republicano”, “Centro Democrático”, que en Vitoria se refunda en 1907... ¿Qué había allí? Normalmente se desarrollaba una actividad más social y recreativa que política. 

No estamos hablando de “El liberal” de Bilbao, que operaba como una suerte de faro para todo el republicanismo y luego para el socialismo norteño. Eso no existe aquí. A cambio hay un periódico diario vitoriano, localista, que representa perfectamente lo que estamos llamando aquí cultura política liberal. Ese periódico es La Libertad

En Vitoria había dos mundos: uno se expresaba en La Libertad y el otro en Heraldo Alavés, que luego fue sustituido por El Pensamiento AlavésLa Libertad es de 1890 y el Heraldo de 1901. La Libertad no es un diario republicano. 

El periódico tuvo diversos directores; y sobre todo uno, que se convirtió en el gran propagandista de esa cultura liberal: Luis Dorao. Fue maestro, pero su dimensión más auténtica fue la política. Luis Dorao fue es el más significado director de La Libertad. ¿Cuál era la adscripción política del periódico? Cambiante. En unos momentos defiende las posiciones republicanas de Becerro de Bengoa, en otros las de un liberalismo avanzado y progresista como el de José Canalejas, durante años defendió y pregonó la posición de Eduardo dato, en una ubicación menos liberal... El periódico fue cambiando de línea pero en él se veía retratada toda esa sociedad liberal vitoriana, por lo que a pesar de no ser un órgano del republicanismo, es ahí donde encontramos las informaciones de los republicanos, es ahí donde se leían cada mañana estos republicanos. 

En las clases industriales propietarias tenemos republicanos. Algunos muy ilustres, como Teodoro González de Zárate, que era un pequeño industrial dedicado al ramo de las gaseosas; Teodoro Olarte, que fue gerente de la Panificadora Vitoriana durante muchos años; Dámaso Villanueva, dueño de tintorerías; Castresana, del sector mercantil; Severiano Llorente, una de las personas que más tributaba en impuestos por propiedad e industria en aquel momento... Es decir, había clases altas, gentes que vivían en el distrito nº 1, en el distrito central del Ensanche; suficientes como para sacar siempre su concejal. Había sectores profesionales, intelectuales, como Fermín Herrán, Becerro de Bengoa, Julián de Apraiz, Jerónimo Linacero, Miguel Fernández Dans, que llegó a ser vicepresidente de la Caja Municipal de Ahorros de Vitoria y tenía una academia privada… 

Empecemos por los estereotipos, algunos de ellos ciertos, los del pacifismo, el antitaurinismo o el anticlericalismo. Efectivamente, funcionaban.

Alfaro cuenta cómo en una bajera propiedad de González de Zárate se instaló en Vitoria el primer centro protestante de la ciudad que, por supuesto, fue clausurado a golpe de pedrada en unos pocos días. González de Zárate era un individuo muy respetado, y porque creía profundamente en la diversidad de credos no tuvo ningún problema en ceder uno de los locales. 

Pero, en realidad, la época buena del republicanismo vitoriano es entre 1903 y 1909, cuando se puso al frente de toda la cultura política liberal. Son años en los que obtiene mayorías en el ayuntamiento vitoriano. Nunca alcaldes, porque éstos se designaban por Real Orden entre los muchos o pocos concejales dinásticos que hubieran salido elegidos. 

El último cuarto del siglo XIX es la época de la gran generación liberal vitoriana. Es decir, figuras como Ladislao de Velasco, Domingo Martínez de Aragón, Álvaro Elío, Francisco Juan de Ayala o Vidal Arrieta. Son los constructores de la Vitoria burguesa, de la ciudad moderna, la Vitoria del Ensanche. Todos eran liberales; o mejor, con más precisión, liberal-fueristas, igual que sucedía en las otras capitales vascas. Incluso alguno destacado que acabó como carlista, en su juventud había sido liberal: es el caso de Ramón Ortiz de Zárate. A otro gran personaje, Mateo Benigno de Moraza, le vamos a dejar como “jurisconsulto” y fuerista intransigente. Todos ellos, fueristas muy marcados por la crisis del Sexenio Democrático, que habían vivido como un desgarro extraordinario la última guerra carlista, la abolición definitiva de los fueros y la incorporación sin contemplaciones de la política alavesa en el conjunto de la española. Todo aquello les había pasado una factura extraordinaria, pero era la generación que siguió gobernando la ciudad en términos tenuemente políticos hasta los años finales del siglo en que mueren todos, uno detrás de otro, y se produce la gran crisis de la ciudad, eltránsito de la Vitoria liberal a la Vitoria levítica. 

Alfaro dice que “la larga sombra de Cánovas”, responsable político que representa la abolición foral, pasó factura a sus partidarios en el país. Pero los liberales, a su vez, entraron en crisis cuando uno de los motores de la ciudad, su guarnición militar, se vio reducida al trasladar un gobierno de Sagasta, en 1893, la Capitanía de la Región de Vitoria a Burgos

A ello se le ha de sumar la ruptura posterior con los republicanos, también a partir de 1893, y la instauración del sufragio universal masculino en 1890, que proyectó a medio plazo a los partidos de base popular (carlistas y republicanos) en perjuicio de las elites oligárquicas.

Quizás lo que mejor representa este escenario, bien que en la crisis ya totalmente agudizada, es el hecho de que en el Ayuntamiento de 1920 el gobierno tuvo que designar por Real Orden como alcalde a Herminio Madinaveitia, quien era entonces el único concejal dinástico, partidario del régimen monárquico, que había en el Municipio.

Poca afiliación al Partido Socialista, pero una relativamente importante a las agrupaciones obreras, que en sus mejores momentos, en torno a 1910, tenían un millar de socios. Sociedades de resistencia, no todas afiliadas a la Unión General de Trabajadores, pero, en general, en la órbita socialista. Y termino este apartado con algunos personajes, porque es conveniente que los recordemos en la corta historia de este lugar: Jorge Fernández Ibarra; Primitivo Herrero, que sería, salvando las distancias, el Indalecio Prieto de la política socialista vitoriana, ya que su aparición en 1915 le dio una cierta modernidad y una consistencia más política al discurso de ese partido; Alejandro Ramírez, un hombre destacado en actividades más sociales que sindicales de los años veinte, en iniciativas como la Liga de Inquilinos, defendiendo el derecho a la vivienda que, aunque reclamaban viviendas populares, acabaron haciéndose antes las de laCiudad Jardín que no tenía nada que ver con ellos, pero también las Casas Baratas de Judizmendi en los años treinta; Francisco Díaz de Arcaya y Arturo Aguirre, también fusilados, como Primitivo Herrero; Gregorio Esquide; José Bagazgoitia... 

El arranque definitivo de los anarquistas en Vitoria hay que fecharlo en 1918, en la huelga del gremio de la madera que condujeron Alfredo Donnay y Juan Murga. Hay referencias anteriores, como el motín del pan que encabezó Galo Díez –el anarquista vasco más importante hasta la guerra civil-, en junio de 1915, o la presidencia de la Federación Obrera que ostentaba éste a finales de 1912, el apoyo del societarismo local al Congreso por la Paz de El Ferrol, en 1915, de inequívoco signo libertario, o la adhesión de una sociedad de pintores-decoradores vitoriana al Congreso fundacional de la CNT en 1910. Antes, incluso, cuando Anselmo Lorenzo organizó la sección española de la Primera Internacional, en 1870, estuvo en Vitoria unos meses viviendo en casa del pintor Manuel Cano, y éste aparece en la foto de los fundadores hispanos de la AIT. Pero la sección vitoriana de entonces no tuvo mucha entidad y al final se dividió entre libertarios y partidarios del sector autoritario o marxista del socialismo, el de Pablo Iglesias. 

La huelga de la madera de la primavera de 1918 fue el bautismo de fuego de los anarquistas. Es una huelga conducida por los anarquistas y los católicos, mientras que los socialistas se quedan un poco al traspié. Y al frente de esa huelga hay un personaje muy conocido en Vitoria por otras cosas que no tienen nada que ver con la política: Alfredo Donnay. Donnay, nuestro bardo y popular cantor, es uno de los fundadores de la CNT vitoriana cuando vuelve de la Argentina, posiblemente influido por las propagandas de Abad de Santillán, Diego Arango, la FORA, etcétera. Donnay montó la CNT en 1920 con otros como Daniel Orille, el gran personaje del cenetismo local hasta su muerte, ya después de 1936. Otros nombres son los de Juan Aranguren, Pedro Vera, Pedro Peña, el ebanista Gregorio Gil; luego, en la República, Ricardo Estavillo, Isaac Puente, el médico de Maestu, Ángel Ruiz de Pinedo, también medico, Mariano Gutiérrez Arín, Villambiste, Atanasio Rituerto, Félix Estavillo, Isauro Hidalgo, Antonio Diéguez…, los Barrón, los Quintana o los Vadillo, en Labastida..., muchos asesinados luego al comienzo de la guerra. 

http://www.argumentoslibertad.org/ciud_mem2.htm

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